"¿Nos consta?"

Ya todos tuvimos la oportunidad de escuchar el informe de la supuesta salud del sátrapa, de boca de él mismo. La primera impresión que me dio fue la de un “verdugo pidiendo clemencia”… esa fue la primera impresión, pero luego vinieron otras.

En primer lugar, a la inmensa mayoría de los mortales NO LE CONSTA la veracidad en torno a tan dramática alocución. A los castristas no les debemos creer ni el Padre Nuestro, así hagan referencia al sabio libro de Eclesiastés y mencionen a Dios y a la Virgencita, como hiciera el “moribundo” en su mensaje. Esto, para nada, significa que esté asegurando que no sea cierto lo de su mal, solamente pretendo llamar a la más absoluta cautela.

Cuando Joseph Stalin murió, ya en su ataúd, uno de sus más cercanos adláteres, se sacó un alfiler de su corbata y lo pinchó, para asegurarse de que estaba muerto-muertico, señal inequívoca de que pensaba que todo aquello pudiera ser un show. Entre muchas otras cosas, estos tiranos son expertos en generar paranoia y, por encima de ella: desinformación y confusión colectiva.

Claro que con el tiempo se irán corroborando las cosas. Ya lo veremos calvo, tras las sesiones de quimioterapia que, supuestamente, comenzaron inmediatamente después de su discurso. Lo veremos flaquito y chupado, cacareando y desplumado, porque el cáncer no respeta las investiduras, y menos aquellas usurpadas tras contumaces fraudes electorales.

El cáncer, sin embargo, es un mal raro. Para unos es cuestión de meses, antes de que la Pelona se aparezca con su guadaña en la mano. Otros duran años… dependiendo del cáncer y de su desarrollo. No tenemos manera de evaluar cuánto le queda a este engendro del mal, antes de que se presente a la Corte Celestial para rendirle cuentas al Supremo. Por ahora, tendremos que soportar las demostraciones de afecto que, de manera “genuina”, le brindará “su” pueblo… y, sin lugar a dudas, tendremos que calarnos los “resultados” de las encuestas, en las que nos asegurarán lo mucho que ha subido en apoyo popular. El camino se le hará más fácil a la "revolución" para justificar la “victoria” en el último de los grandes fraudes electorales que está a la vuelta de la esquina, en el 2012.

Pero sigo insistiendo, de manera casi-patológica, que con o sin el cáncer… con o sin el sátrapa al frente de la gerencia de la Venezuela de los hermanos Castro, debemos optar por la ÚNICA vía para recuperar la patria: la de la sublevación cívica, activa, generalizada y sostenida. Otra cosa sería arar en el mar. Estos regímenes son como aquel molusco muy popular en Cuba, llamado “macao”, al cual hay que darle fuego en el culo para que suelte, una vez que nos han pillado con sus muelas.

Chávez es una simple (aunque importante) pieza en este escenario que se hace realidad en la Venezuela de hoy. Su posible desaparición física o política no tendría mayor incidencia. Sería, claro está, un contratiempo para los Castro, pero un contratiempo pasajero, sobre todo teniendo en cuenta la falta absoluta de un liderazgo verdadera y efectivamente opositor, más allá de la cuerda de conchupantes con la que hoy “contamos”.

Lo peor del caso, de cara a este nuevo drama nacional, es que ahora sí nos mantendrán bailando en una sola pata, guaraleados hasta el infinito… y más allá: ¡asumiendo una constante y pertinaz DEFENSA! Las especulaciones no tendrán fin. Mientras tanto, no habrá espacio para asumir la NECESARIA OFENSIVA, requerida por todo movimiento de resistencia para poder lograr el objetivo de recuperar la libertad.

Si en el camino se hace evidente que Chávez no podrá aspirar a un nuevo período presidencial, pondrán a Perico de los Palotes (como hicieron en el año de 1979 con José Eduardo dos Santos en Angola, a la muerte del pupilo de Castro, Agostihno Neto), quien – con la ayuda de las permisivas instituciones y la NECESARIA CONCHUPANCIA – logrará “el triunfo” y tendremos “revolución bolivariana” hasta, por lo menos y de manera “constitucional”, el año 2018. De la Venezuela que todos conocimos no quedará ni el recuerdo.

Que el sátrapa vea cómo resuelve su problema con la vida y con la muerte; pero sobre todo: que se prepare para defenderse ante Dios de sus innumerables pecados capitales, entre ellos: el haber sembrado el odio y la destrucción en tan noble patria. Nosotros, a través del liderazgo colectivo (o compartido) debemos ocuparnos de lo nuestro y organizar, CUANTO ANTES, la sublevación cívica, activa, generalizada y sostenida.


Miami, 1ro de julio de 2011

Robert Alonso